sábado, 8 de diciembre de 2012

Creciendo y bendiciendo


Por Rev. Roberto Sánchez
“… no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda  sabiduría e inteligencia espiritual. Así podréis andar como es digno del Señor, agradándolo en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios.” (Colosenses 1:9,10)      
La ciencia nos enseña que la célula es la unidad básica de vida, que todas las cosas vivientes están hechas de células. También nos dice que nuevas células se producen de células existentes.  Ahora bien, ¿cómo se da el crecimiento? Observa la naturaleza. ¿Cómo crecen los árboles? ¿Cómo crecen los animales? ¿Cómo crecemos tú y yo?  La biología nos da la respuesta; usualmente una célula crece aumentando su tamaño y luego dividiéndose en dos. Este ciclo se repite infinitas veces.
Esto nos lleva a reconocer que hay un impulso básico en la vida  y es el crecimiento, y aunque podemos observar el crecimiento a nivel celular, sabemos que detrás del crecimiento esta la actividad de Dios; por lo tanto el crecimiento lo da Dios.  Pero también sabemos que hay patrones de crecimiento, procesos ordenados que nos llevan por una trayectoria de crecimiento.

La vida física que manifestamos está sujeta a un determinado patrón de crecimiento. Y esto obedece a patrones de crecimiento celular pero aunque esto es importante lo que está detrás es el aliento de vida de Dios que lo pone todo en movimiento.  “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 2:7)
Aquí comienza, diría yo, la dualidad del ser humano. Un ser espiritual moviéndose dentro de su humanidad. Eterno en espíritu y en verdad moviéndose dentro del mundo de la transitoriedad.  Para el ser humano la vida toma distintas tonalidades; aparte de la vida física, hay vida familiar, hay vida social, vida laboral pero fundamentalmente hay vida espiritual.  Y dentro del gran escenario en donde todos estamos llamados a participar, la vida que vivimos es el campo o el terreno en donde sembramos las semillas de nuestras obras y cada cual da fruto conforme a su especie. Esto es también crecimiento.
La educación espiritual es muy importante porque esencialmente es crecimiento en el conocimiento de Dios. Esa fue la misión del Maestro Jesucristo, educarnos espiritualmente para que creciendo en el conocimiento de Dios diéramos buen fruto en todas nuestras obras.  Pero también el crecimiento obedece a la conciencia del observador. Todo aquello en lo que tú y yo enfoquemos nuestra atención crecerá, para bien o para mal.
La mente de Dios se enfocó en la vida y detrás surgió la creación, trayendo tras de sí su propio proceso creativo. Así se manifestó toda la vida. Y la vida se impulsó siguiendo la divina voluntad de Dios.
Esa voluntad de Dios sigue desenvolviéndose en ti y en mí; porque Dios desea que crezcamos y nos desarrollemos en todos los aspectos.
Dios desea que crezcamos fuertes y saludables; Dios desea que cada día crezcamos en nuestras relaciones interpersonales; Dios desea que crezcamos en conocimiento y sabiduría; pero sobre todo Dios desea que lo conozcamos cada día más, creciendo así en el conocimiento de Su propia naturaleza.  ¿Por qué y para qué? Para que conozcamos cual es Su buena voluntad para con nosotros, “agradable y perfecta”.
Jesús sabía esto y se mantuvo firme en Su propósito de proveernos una educación espiritual que nos ayudara a crecer en conciencia espiritual. Todavía muchas personas viven su vida ignorantes de la presencia de Dios en sus vidas y ciertamente ignorantes de Su buena voluntad para con ellos.  Y esta es una manera muy triste de vivir, ya que las experiencias de la vida son en gran medida producto de nuestro estado de conciencia. Y un estado de conciencia que ignora la presencia de Dios está sujeto a los altibajos de las experiencias y eventos externos que la vida nos ofrece.
Esto crea en nosotros mucha inestabilidad, desarmonía, problemas de relaciones y de salud también.  Aun Jesús teniendo la estatura espiritual que tuvo dedicó tiempo para la oración la meditación y el silencio. Jesús sabía que lograr plena unidad con Dios es un proceso ordenado de crecimiento en conciencia.   No se logra de la noche a la mañana. Toma tiempo, dedicación, y enfoque. Con el paso del tiempo logramos mayor comprensión espiritual.
Pero la clave para crecer en el conocimiento de Dios siempre ha estado dentro de nosotros. Conócete a ti mismo y conocerás el amor, la paz, la sabiduría de las edades, y las riquezas que viven dentro de ti. En fin conocerás a Dios en ti.  Desde el mismo Génesis encontramos que la bendición de Dios está vinculada a la fertilidad y al aumento. “Yo la bendeciré y también le daré un hijo”(Gen. 17:16) “… de cierto te bendeciré y multiplicaré tu descendencia.” (Gen. 22:17)
Ciertamente la bendición de Dios da el aumento. Y así como el Cristo morador tiene autoridad para perdonar los pecados, el mismo Cristo que mora en ti te da el poder para bendecir y dar todo tipo de aumento.  Por medio del conocimiento de estas verdades universales vamos creciendo y bendiciendo. Procura que la palabra bendecir se conjugue en tu boca de todas las posibles maneras que pueda ser conjugada.
Quieres crecer, comienza a bendecir, quieres prosperar comienza a bendecir lo que tienes. Esto sueno muy sencillo pero haz la prueba y verás los resultados.  
¿Qué tienes en tu casa? Comienza a bendecir cada cosa que tengas en tu casa. Tanto las cosas que se ven como las que no se ven. Que tu enfoque sea en lo bueno para que de fruto agradable y perfecto.   En un folleto de Unity encontré las siguientes palabras: “Es bueno recordar que todas las bendiciones de Dios llegan frecuentemente de manera incógnita: disfrazadas de desgracia, derrota, rechazo, aflicción, angustia y ansiedad. “Aquellos que toman tiempo para pensar en lo que ha sucedido y en lo que ha surgido, generalmente encuentran razones para la gratitud y el gozo.” (La actitud milagrosa de la gratitud p. 35, Unity)
Te invito a que tomes un tiempo hoy por la tarde cuando puedas apartarte para la meditación y contemplación. Piensa como han llegado a tu vida las bendiciones de Dios disfrazadas de desgracias, derrotas, rechazos, aflicciones, y angustias.  Piensa en lo que sucedió y en lo que surgió de esa experiencia o evento. Te aseguro que encontrarás sobradas razones para dar gracias.
¡Bendice y da gracias! Éstas dos van de la mano.  Es muy fácil dar gracias cuando la vida es buena; cuando hay abundancia, cuando las bendiciones fluyen con facilidad y seguridad.  Pero si te encuentras en medio de una crisis, ya sea la pérdida de un empleo, o una relación que llega a su fin; no te afijas ni te angusties, comienza a dar gracias y verás el poder de Dios transformándolo todo en bien.
 Todos hemos tenido desafíos en nuestras vidas y desgracias pero tenemos que encontrar las razones por las cuales dar gracias por la lección aprendida. Y especialmente aprender que el mundo no gira en torno a nosotros, sino que nosotros giramos en ejes de luz y de amor en torno a Dios.
Te exhorto a que sigas el ejemplo de Jesús. Jesús dio gracias antes de aumentar la substancia y alimentar a una multitud con solo cinco panes y dos peces.   Comienza a dar gracias y a aumentar todo el bien que tienes.  Jesús dio gracias antes de resucitar a Lázaro; “– Padre gracias te doy por haberme oído.” (Juan 11:42)  Si tienes algo que resucitar sean sueños olvidados, anhelos aspiraciones muertas, es tiempo de comenzar a resucitar.
Antes de ser arrestado Jesús expresó agradecimiento: “Mientras comían, tomó Jesús el pan, lo bendijo… Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: –Bebed de ella todos…” (Mateo 26: 26,27)  Si se avecinan tiempos oscuros, bendice y da gracias; pues Dios no te desamparará.  Todavía nos falta mucho por crecer, por eso te invito a que sigamos juntos creciendo y bendiciendo.
Y por esta oportunidad de crecer demos gracias y sigamos bendiciendo sobre todo a Dios sobre todas las cosas.  Digamos pues todos juntos: ‘Querido Dios te alabo, te bendigo y doy gracias por tu Presencia divina dentro de mí.” ¡Amén! 

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