martes, 9 de julio de 2013

Recibir o elegir

Por Rev. Roberto Sánchez
El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.” (2Corintios 9:6)      
La vida está llena de opciones. Tú y yo a medida que vamos viviendo la vida que tenemos por delante tomamos decisiones y escogemos aquello que parece ser mejor para nuestro crecimiento y desenvolvimiento.
Y este fue el pensamiento que me vino a la mente mientras comenzaba a escribir este mensaje. Y aunque el título del mensaje de hoy es “Recibir o elegir” pienso que es mejor invertir las palabras, esto es, “Elegir y recibir.”
Las acciones que conllevan estas dos palabras están muy cerca de nuestra persona; pues estamos continuamente eligiendo y recibiendo. Una es consecuencia de la otra. Podríamos hasta decir, conforme con lo que eliges, recibes.
Con cada elección que haces surge un mundo de posibilidades. Con cada siembra que haces escoges la semilla y recibes ciento por uno de aquello que sembraste.

¿Recuerdan las palabras de Jim cuando hablaba de la cantidad de granos de maíz que surgen de un solo grano sembrado? El potencial de aumento es extraordinario; los matemáticos le llaman a esto crecimiento exponencial.
Todos tenemos una concepción clara del crecimiento que surge de la cosecha de granos  de maíz. Pero esto no se queda ahí; esta cosecha abre un universo de posibilidades alimenticias para el ser humano.
El maíz adquiere diferentes modalidades y de él surgen una inmensa variedad de platos. Por ejemplo, de desayuno puedes consumir hojuelas (Corn Flakes), de merienda puedes consumir maíz frito del tipo Frito Lay.
Puedes fabricar la harina de maíz, que de por sí tiene inmensas aplicaciones y el aceite de maíz que se usa comúnmente para cocinar, entre otras cosas. Las aplicaciones son infinitas, y las amas de casa lo saben.
¡Todo un mundo alimenticio surge de solo un grano de maíz! ¿No es esto fantástico? Este es el Universo que Dios creó.
Y así como el universo se expande proveyéndonos los frutos de nuestra elección, así mismo es la Palabra de Dios.
Tú y yo tenemos que elegir si vamos a vivir conforme a la Palabra de Dios, conforme a las enseñanzas del Maestro Jesucristo.
 La Palabra de Dios fue sembrada en el suelo de la mente carnal. Y así como el maíz, comenzó un proceso de crecimiento y aumento que no tiene límites. Y sus aplicaciones en la vida y en la conducta del ser humano tampoco tienen límites.
La Palabra de Dios tiene el poder de transformarnos y desde que se plantó en el suelo de la raza ha estado transformando y renovando vidas; nos ha dado mayor comprensión y un conocimiento cada vez más profundo acerca de la naturaleza de Dios.
Si eliges vivir conforme a la Palabra de Dios, surgirán en tu mundo inmensas posibilidades. Piensa nuevamente en la siembra del grano de maíz. El Maestro dice: “…el que oye y entiende la palabra, da fruto y produce a ciento,… por uno.” (Mateo 13:23)
El agricultor elige la semilla que va a sembrar; elige si va a sembrar maíz, tomates, yuca, naranjas, etc. Y conforme a su elección cosechará. Porque una semilla de tomates no puede dar yuca, ni una semilla de yuca pueda dar tomates.
La lección subyacente es que la siembra siempre es voluntaria, tú escoges lo que vas a sembrar, pero lo que cosechas es obligatorio.
 Entonces te pregunto hoy: ¿Qué has decidido sembrar en tu vida? Tú eres el agricultor de tu propia vida. El campo o el terreno en donde vas a sembrar es tu propia conciencia.
Si no recuerdas lo que has sembrado, tal vez la pregunta debería ser, ¿qué estás cosechando?
Dios a través de sus leyes inexorables produce el fruto de lo que has sembrado. ¿Estás satisfecho con el fruto de tu vida?
Si no lo estás puedes elegir cambiar la semilla que vas a sembrar cuando lo desees. Conforme a tu decisión recibirás el fruto de tu siembra.
Por eso decimos elegir y recibir. ¿Qué decisión vas a tomar? ¿Vas a seguir viviendo como lo has hecho hasta el día de hoy, o vas a cambiar?
Te hago una advertencia: nunca pienses que es tarde para cambiar. El refrán dice: nunca es tarde si la dicha es buena. Lo que implica que el factor edad no es parte del deseo de cambiar.
Hoy celebramos el Día de las Madres en República Dominicana. Charles Fillmore escribió las siguientes palabras: “El hogar es el corazón de la nación. El corazón es el centro del amor. El amor es el poder de atracción más grande del mundo.” (Prosperidad p.113)  
La madre es el centro del amor en la familia y en el hogar. Y siendo el amor el poder de atracción más grande del mundo todo gira en torno a ese centro de amor. Dios es amor.
 El agricultor (la madre) con sabiduría (su esposo) deciden el tipo de semilla que van a sembrar en el campo, esto es en sus hijos. La siembra se lleva a cabo a través del poder ejecutivo de la palabra.
La buena semilla es la palabra que sale de la boca que va a hacer un trabajo en la mente y la conciencia de sus hijos. En los primeros años el terreno es bueno y fértil porque no ha sido contaminado por falsas creencias.
De ti, madre querida depende la cosecha. Si siembras con sabiduría y buen juicio tendrás buenos árboles que darán buen fruto. Pues escrito está: “…todo buen árbol da buenos frutos.” (Mateo 7:17)
Y de la semilla que siembras, de ella comerás. Recuerda que vivimos en un Universo superabundante que nos da mil por uno lo que sembramos.
Jesús decidió sembrar la Palabra de Dios y como resultado subió a los cielos y se sentó junto al Padre.
¿Qué estamos sembrando? Pues por sus frutos conoceréis lo que has sembrado.  
Las madres deben sembrar el amor  y la sabiduría. El apóstol Pablo dijo: “Maridos, amad a vuestras mujeres… [porque] el que ama a sus mujer a sí mismo se ama”. (Efesios 5:25, 28) Y a las mujeres les dijo: “y la mujer respete a su marido.” (Efesios 5:33)
También le dio una lección a los hijos: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. «Honra a tu padre y a tu madre» – que es el primer mandamiento con promesa – para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra”. (Efesios 6:1-3)
La lección que está detrás de estas palabras es que los hijos deben ser considerados con sus padres, y especialmente con su madre.
La madre es responsable de la buena administración del hogar junto al consejo sabio de su marido. Y es responsable de dar amor a sus hijos y enseñarles disciplina, para que sean seres útiles y productivos en la sociedad.        
Y ustedes saben que se puede disciplinar sin ser ofensivos, podemos y debemos disciplinar a nuestros hijos con amor. Este es el gran reto que tienen las madres con sus hijos y también es el secreto del éxito en la crianza.
 A las madres, que siempre recuerden que sus hijos no son sus posesiones, sus hijos son los hijos de Dios. En Cristo todos somos hermanos y todos somos uno.
El respeto debe ser mutuo, debemos respetar a nuestros hijos así como los hijos deben respetar a sus padres.
Todo esto es un código de comportamiento ético en el hogar. Y recordemos que tenemos lo que nos merecemos. Los hijos tienen la madre que se merece y las madres lo hijos que se merecen.
Tal vez esto te pueda parecer fuerte, especialmente para aquellas madres que consideran que tienen hijos ingratos.
Y podrás cuestionar qué derecho tengo yo de decir estas cosas. Pues el derecho que me dan las palabras del Maestro: “Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.” (Mateo 7:17) “Así que por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:20)  
 El alfarero le da forma con sus manos a la vasija de barro que tiene delante. Si es chapucero tendrá una vasija sin arte, sin pulimento y sin labor. Por el contrario, si pone empeño, amor, sabiduría y entusiasmo tendrá una exquisita obra de arte.
Somos alfareros, las vasijas delante de cada uno de nosotros son nuestros hijos. Al padre le toca proveer los recursos para hacer la vasija y a la madre le toca poner sus manos amorosas para darle forma a la vasija.
 Tú, madre querida, eliges lo que deseas moldear con tus manos, eliges la forma, con perseverancia, disciplina, empeño, amor y sabiduría. Conforme a esto recibirás.
De modo que recibes según has dado, y eso te hace merecedora de lo que recibes. Por esto decimos eliges y recibes.

 Bienaventurados somos si sabiendo estas cosas las hacemos. Dios les bendice hoy, mañana y siempre. ¡Amén!    

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