Por Rev. Roberto Sánchez
“Por
eso os digo; Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá.”
(Lucas 11:9)
El ser humano ha tratado siempre de
definir o buscar respuestas a la pregunta ¿Qué es Dios?
Y una manera de describir a Dios es
como una Actividad Divina; y la palabra actividad implica movimiento; esto es,
es un Movimiento Divino una Corriente Divina.
Cuando estuve buscando la definición
de la palabra corriente en el diccionario fue interesante saber que una de las
diversas definiciones es: Curso, movimiento o tendencia de los sentimientos o
de las ideas.
Reconocemos al Cristo en cada uno de
nosotros como un potencial divino con el poder de levantarnos de toda condición
adversa que estemos experimentando en nuestra vida.
Pero este reconocimiento no es
suficiente para poner la Divina Actividad o la Corriente Divina en acción.
Un circuito eléctrico necesita de
una fuente de poder, y unos conductores para llevar a cabo una función en un
lugar o en un objeto específico.
Pero el circuito eléctrico tiene que estar
conectado y no puede haber interrupciones para que el paso de la corriente
eléctrica no se vea afectado. Un circuito eléctrico normalmente tiene un interruptor,
y mientras el interruptor permanece abierto no hay conexión con la fuente.
Pero una vez se cierra el
interruptor se establece una sólida conexión de tal manera que la corriente es
impulsada por la fuente con un poder inexorable para hacer su trabajo.
Esto es no hay manera de detener el
movimiento eléctrico que se genera en dirección al lugar donde ha de realizarse
la función.
Ahora bien, existen elementos
resistivos, llamados resistencias, cuya función es disminuir o resistir el paso
de la corriente eléctrica, y estos elementos generan calor. Estos elementos no
contribuyen a una transmisión completa de la corriente eléctrica.
Así como un circuito eléctrico
necesita de una fuente de poder, y unos conductores para llevar a cabo una
función en un objeto específico, nosotros también necesitamos de una fuente
de poder y de conductores para llevar a cabo la función sanadora en nuestro
cuerpo.
Las
buenas nuevas es que cada uno de nosotros tiene esa fuente de poder. Se llama
“Cristo en ti”. Es gratis y no hay que adquirirla fuera de nosotros, Viene como
parte de lo que somos.
Los
conductores son tu Sistema Nervioso.
La mayoría de nosotros nos pasamos el día pensando en muchísimas cosas, tareas que tenemos que
llevar a cabo, correos que tenemos que contestar, llamadas que tenemos que
hacer, reuniones que tenemos que asistir, etc.
Y aunque cierto es que tenemos la
fuente de poder, el poder del Cristo en ti, la mente consciente muy a menudo
toma control de nuestras actividades cotidianas. Generalmente esto es así.
Sin embargo, en cuanto a nuestra
salud se refiere y en cuanto a nuestro bienestar espiritual nos concierne la
mente de Cristo es la fuente de poder al cual debemos acudir.
Cristo es Dios en cada uno de
nosotros; como una Presencia, un Poder y un Potencial Divino. Y la mayoría de
nosotros todavía no hemos aprendido a hacer contacto continuo con esta Fuente.
Nuestra mente va peregrinando, esto
es andando de un lugar a otro, navegando sin cesar por los mares de los
acontecimientos de la vida incapaz de encallar en puerto seguro.
Pero para que la Corriente Sanadora
que hay en ti pueda activarse y hacer su trabajo de sanación tenemos que cerrar
el interruptor.
Y ¿qué condición tiene que existir
para que tú puedas cerrar el interruptor? Tienes que tener fe. Tienes que estar
seguro de que la corriente sanadora va a hacer Su trabajo en ti y vas a obtener
los resultados que esperas.
No puede haber dudas. “La duda es
el Adversario en todo hombre. La duda es
la raíz de la debilidad en todo hombre. (LPR p. 76)
Pedro vio al Maestro que andaba
sobre el mar y quiso hacer lo mismo. “Y descendiendo Pedro de la barca, andaba
sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y
comenzó a hundirse. Entonces gritó: – ¡Señor sálvame! Al momento Jesús,
extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: – ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué
dudaste?” (Mateo 14: 29,30)
En las Escrituras no hay
contestación a esta última pregunta. Pero la contestación está dentro de cada
uno de nosotros. El miedo siempre está dentro de nosotros, es el Adversario, el
profeta de la mentira. El que le dijo a Pedro “tú no eres capaz”.
El mismo que te dice “tú no eres
capaz de sanarte”. Y esta es la gran mentira. Porque el Yo Soy en ti, Cristo en
cado uno de nosotros dice: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25),
“…el que cree en mi tiene vida eterna.” (Juan 6:47)
Y te pregunto a ti: ¿por qué dudas?
¿por qué temes? Afirma: “Soy más fuerte que el temor”.
Existen muchas enfermedades que
afectan al cuerpo; la medicina se ha encargado de darles nombres a cada una de
ellas. También existen muchas causas de enfermedades.
Por ejemplo: “El enojo, los celos,
el miedo, el odio, y la lujuria a menudo causan enfermedades en el cuerpo.
Estas resultan cuando no ajustamos nuestras mentes a la Mente Divina.” (LPR p.
80)
Estos son los llamados elementos
resistivos, que disminuyen el paso de la Corriente Sanadora, generando altas
temperaturas, como fiebres y todo tipo de condición adversa en nuestros cuerpos
y mentes. Estos elementos no contribuyen a una transmisión completa de la Corriente
Sanadora.
“Porque cuales son sus pensamientos
íntimos, tal es el.” (Proverbios 23:7) Entonces somos lo que pensamos.
Si en algo tú y yo tenemos que
trabajar es en confiar en nosotros mismos. Confiar en nosotros mismos significa
confiar en nuestro Cristo morador, la Presencia Divina en cada uno de nosotros.
Tenemos que tener confianza en nuestras
capacidades y habilidades. Hay destrezas que tenemos que desarrollar, y solo
podemos adquirir dominio sobre ellas con la práctica constante, la
perseverancia y la disciplina.
En gran medida estas destrezas son
mentales, dominio sobre nuestros pensamientos y sentimientos. Es el desarrollo
del poder de decir ¡no! A un diagnóstico de una enfermedad terminal.
Pero para desarrollar este poder se
necesita práctica, práctica diaria. Visualiza el circuito sanador operando
exitosamente en tu alma y en tu cuerpo.
Así como se tiene que eliminar los
elementos resistivos para que haya un paso de corriente íntegra a través de los
conductores en un circuito eléctrico, tenemos que ir eliminado los celos, el
miedo, el enojo, la lujuria dentro de cada uno de nosotros, que son los
elementos que impiden el paso de la Corriente Sanadora en cada uno de nosotros.
Los celos se combaten afirmando que
Dios tiene un equivalente para ti del bien que estás mirando en la otra
persona. El miedo se disuelve fortaleciendo la confianza en ti mismo, esto es
la fe; el enojo se combate contemplando al Cristo en la otra persona; y la
lujuria se disuelve permitiendo que el poder purificador de la Corriente
Sanadora haga un trabajo de limpieza dentro de ti.
“Por
eso digo; Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá.”
(Lucas 11:9)
Pero lo que vayas a pedir, o a
buscar, o la puerta que vayas a tocar, hazlo con fe. Cierra el interruptor
poniendo tu fe en acción y permite que el poder de La Corriente Sanadora haga
su trabajo en ti.
Cuando medites, visualiza la Corriente
Sanadora fluyendo desde la fuente a través de todos tu Sistema Nervioso a los
distintos órganos y sistemas corporales haciendo una labor sanadora.
No dudes en tu corazón, ten la certeza y la
seguridad de que con Dios todas las cosas son posibles.
Si en este momento tienes alguna
condición indeseable en tu cuerpo, comienza a decir ¡no!
Disuelve el miedo afirmado: Soy más
fuerte que el temor. Dile a esa parte débil en ti: “Mira que te mando que te
esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes.” (Josué 1:9)
Y si en la línea de batalla tu
cuerpo enfermizo te dice: “tengo miedo” contéstale: “prepárate para la guerra
prepárate porque vamos al campo de batalla a luchar por la sanación y la
liberación”.
Entonces escucharás la voz de la
Corriente Sanadora diciéndole a los ejércitos del miedo, de los celos, del
enojo y del rencor: “Perseguiré a mis enemigos y los destruiré, no vuelvo hasta
haberlos acabado.” (2 Samuel 22: 38)
Escucha la voz de Cristo muy dentro de ti que
te dice: por cuanto has puesto tu confianza en Mí como tu Corriente Sanadora, a
ti te “saciaré de larga vida y te mostraré mi salvación.” (Salmo 91: 16)
Cristo en ti te dice “Yo soy la
resurrección y la vida” (Juan 11:25), “…el que cree en mi tiene vida eterna.”
(Juan 6:47)
Escucha esta canción: http://www.youtube.com/watch?v=gfhk92NVmXw
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