viernes, 18 de mayo de 2012

La constante de la vida


Por Rev. Roberto Sánchez

“De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3)

El título del mensaje de hoy es “La constante de la vida”. Existe algo que va con nosotros toda nuestra vida desde que nacemos hasta que morimos.

Y ese algo es una constante que no hace acepción de personas; y posiblemente ya estés pensando que es la Presencia de Dios en cada uno de nosotros.

Y aunque eso es una gran Verdad, no venimos a este mundo por casualidad, venimos para cambiar y para transformarnos. Entonces podemos entonces decir que así como la Presencia de Dios en cada uno de nosotros es una constante, el cambio también es una constante en nuestras vidas.

Puedes estar pensando: “pero yo conozco personas que siempre son las mismas, que no cambian”. Pero mi respuesta es que muchas veces las apariencias engañan, que siempre existe algo dentro de nosotros que está constantemente cambiando.


De esto hay evidencia en todas partes, tanto en nuestro aspecto físico, como a nivel de lo que pensamos, y en nuestra propia consciencia. Una de las grandes bendiciones de Dios nos ha dado es haber sido provistos de una conciencia que pueda ajustarse al cambio.

Podríamos decir sin temor a equivocarnos que la vida es cambio. De hecho existe un dicho muy popular que reza que: “lo único permanente en la vida es el cambio.”

Pero por qué cambiamos, y para qué cambiamos. En nuestro presente estado no regenerado el cambio es un requisito para nuestro progreso espiritual.

Pero cuando decimos las cosas de esta manera nos parece una tarea muy difícil de llevar a cabo.

Pero el Maestro Jesucristo lo expresó de una manera más sencilla: “De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3)

En esta cita vemos que “Jesús presenta como modelos a los niños pues estos tienen una actitud de absoluta confianza y de humilde dependencia.” (Mateo 18:3 Nota c.)

Pero Pablo aclara que no es que seamos “niños en el modo de pensar, sino sed niños en cuanto a malicia y maduros en cuanto al modo de pensar.” (1Corintios 14:20)

Procura entonces ver el bien en todo y en todos. Esto es cambiar nuestra consciencia; que es requisito indispensable para nuestro progreso espiritual.

Entonces la pregunta que tú y yo nos tenemos que hacer es la siguiente: ¿qué cosas malas o malsanas estamos experimentando hoy en nuestras vidas?

Haz una lista de cada una de ellas y busca verlas como oportunidades de cambio positivo en tu vida. ¿Crees que  puedas hacer esto?

¿Y qué son los retos? Oportunidades para crecer, para cambiar, para ser mejores cada día.

Pero dentro de cada uno de nosotros hay un Espíritu Divino que clama, tal vez como una voz en el desierto de nuestra indiferencia, por un  ‘cambio’ en nuestro ser.

Y digo en ‘el desierto de nuestra indiferencia’ porque muchas veces somos indiferentes con la vida y ciertamente indiferentes con nosotros mismos.

Y esta indiferencia viene como resultado de que desafortunadamente, llega un momento en nuestras vidas, que cansados de luchar, ‘colgamos los guantes’, literalmente.

De modo que nuestro cansancio se convierte en indiferencia y la indiferencia nos lleva al estancamiento y el estancamiento nos lleva a la muerte.

Esto es, nos envuelve una inercia  tal que nos paraliza y nos mantiene en una zona de confort que es perjudicial para nuestro progreso espiritual.

Pero todo aquel que se encuentra en esta situación y escucha la voz en su interior sabe que hay algo que tiene que cambiar, y que tiene que cambiar por su propio bien.

Y esta necesidad de cambio tal vez se exprese como un descontento difícil de explicar con palabras, un descontento con el presente estado de cosas en tu vida; un descontento espiritual.

Algunos le llaman insatisfacción con la vida; yo le llamo la voz de Dios pidiendo que cambies: ‘cambia para que subas cada vez más alto en tus pensamientos y en tus propósitos’.

Y aunque en principio esto pueda sentirse como insatisfacción, ese es el impulso divino en ti y en mí queriendo volar más alto y ser más, el que nos ayuda a cambiar nuestra consciencia, especialmente nuestra presente manera de pensar.

Es la manera que Dios tiene para que continúes desenvolviendo el potencial espiritual, o sea, los poderes espirituales que están en ti. Y la fe, el amor y la sabiduría son tres de estos poderes.

Dios nos pide que desarrollemos nuestra fe; fe para emprender más grandes proyectos, fe para realizar mayores obras en servicio a los demás; fe para que confíes más en Dios.

Dios nos pide que desarrollemos nuestra capacidad para amar a los demás; sí para amarlos sin condiciones, para aceptarlos tal cual son. Comenzando con nosotros mismos, aceptándonos tal y como somos; y lograr esto es cambiar para lo mayor y lo mejor.

Dios nos pide que utilicemos sabiduría y buen juicio en nuestras decisiones; no solamente con las que nos afectan a nosotros mismos, sino principalmente las que afectan a las demás personas. Esto requiere soltar todo tipo de prejuicios y ver el bien en todas partes.

 Tal cual decíamos en la clase del pasado jueves en nuestro Centro, parafraseando las palabras de Jesús; “de la abundancia del corazón habla la boca.” (Lucas 6:45)

Si esto es así, entonces no estemos hablando mal de los demás, encapsulando dentro de nosotros conflictos pasados, viejas rencillas.

 Y podrías exclamar; ¡Ah, eso es fácil es decirlo, pero es difícil lograrlo! Y si lo dices, ¡tienes razón! Todo esto te puede parecer una tontería pero no lo es.

Dios requiere de cada uno de nosotros que cambiemos tanto en las cosas pequeñas como en las grandes. Y Dios quiere ser copartícipe en ese cambio. Tómalo en cuenta en todos los caminos de tu vida.

“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente” es el mandato de Dios para cada uno de nosotros. Y este es un mandato eterno, para seguir y cumplir mientras estemos habitando en este planeta.

No te pares, y si te paras, que sea para escuchar la guía y la instrucción de Dios, pero sigue adelante con tus metas y tus proyectos. Procura que estas metas y proyectos sean las metas y proyectos que Dios tiene para ti.

Sigue cambiando y caminado y haciendo todo para la gloria de Dios hasta que llegue el día en que el sol no se ponga delante de ti.

Dios te bendice ahora y siempre.

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