Por Rev. Roberto Sánchez
“De cierto os digo
que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los
cielos.” (Mateo 18:3)
El
título del mensaje de hoy es “La constante de la vida”. Existe algo que va con nosotros toda nuestra
vida desde que nacemos hasta que morimos.
Y
ese algo es una constante que no hace
acepción de personas; y posiblemente ya estés pensando que es la Presencia de
Dios en cada uno de nosotros.
Y
aunque eso es una gran Verdad, no venimos a este mundo por casualidad, venimos
para cambiar y para transformarnos. Entonces
podemos entonces decir que así como la Presencia de Dios en cada uno de
nosotros es una constante, el cambio también es una constante en nuestras
vidas.
Puedes
estar pensando: “pero yo conozco personas que siempre son las mismas, que no
cambian”. Pero mi respuesta es que muchas veces las apariencias engañan, que
siempre existe algo dentro de nosotros que está constantemente cambiando.
De
esto hay evidencia en todas partes, tanto en nuestro aspecto físico, como a
nivel de lo que pensamos, y en nuestra propia consciencia. Una de las grandes
bendiciones de Dios nos ha dado es haber sido provistos de una conciencia que
pueda ajustarse al cambio.
Podríamos
decir sin temor a equivocarnos que la vida es cambio. De hecho existe un dicho
muy popular que reza que: “lo único permanente en la vida es el cambio.”
Pero
por qué cambiamos, y para qué cambiamos. En nuestro presente estado no
regenerado el cambio es un requisito para nuestro progreso espiritual.
Pero
cuando decimos las cosas de esta manera nos parece una tarea muy difícil de
llevar a cabo.
Pero
el Maestro Jesucristo lo expresó de una manera más sencilla: “De cierto os digo
que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los
cielos.” (Mateo 18:3)
En
esta cita vemos que “Jesús presenta como modelos a los niños pues estos tienen
una actitud de absoluta confianza y de humilde dependencia.” (Mateo 18:3 Nota
c.)
Pero
Pablo aclara que no es que seamos “niños en el modo de pensar, sino sed niños
en cuanto a malicia y maduros en cuanto al modo de pensar.” (1Corintios 14:20)
Procura
entonces ver el bien en todo y en todos. Esto es cambiar nuestra consciencia;
que es requisito indispensable para nuestro progreso espiritual.
Entonces
la pregunta que tú y yo nos tenemos que hacer es la siguiente: ¿qué cosas malas
o malsanas estamos experimentando hoy en nuestras vidas?
Haz
una lista de cada una de ellas y busca verlas como oportunidades de cambio
positivo en tu vida. ¿Crees que puedas
hacer esto?
¿Y
qué son los retos? Oportunidades para crecer, para cambiar, para ser mejores
cada día.
Pero
dentro de cada uno de nosotros hay un Espíritu Divino que clama, tal vez como
una voz en el desierto de nuestra indiferencia, por un ‘cambio’ en nuestro ser.
Y
digo en ‘el desierto de nuestra indiferencia’ porque muchas veces somos
indiferentes con la vida y ciertamente indiferentes con nosotros mismos.
Y
esta indiferencia viene como resultado de que desafortunadamente, llega un
momento en nuestras vidas, que cansados de luchar, ‘colgamos los guantes’,
literalmente.
De
modo que nuestro cansancio se convierte en indiferencia y la indiferencia nos
lleva al estancamiento y el estancamiento nos lleva a la muerte.
Esto
es, nos envuelve una inercia tal que nos
paraliza y nos mantiene en una zona de confort que es perjudicial para nuestro
progreso espiritual.
Pero
todo aquel que se encuentra en esta situación y escucha la voz en su interior
sabe que hay algo que tiene que cambiar, y que tiene que cambiar por su propio
bien.
Y
esta necesidad de cambio tal vez se exprese como un descontento difícil de
explicar con palabras, un descontento con el presente estado de cosas en tu
vida; un descontento espiritual.
Algunos
le llaman insatisfacción con la vida; yo le llamo la voz de Dios pidiendo que
cambies: ‘cambia para que subas cada vez más alto en tus pensamientos y en tus
propósitos’.
Y
aunque en principio esto pueda sentirse como insatisfacción, ese es el impulso
divino en ti y en mí queriendo volar más alto y ser más, el que nos ayuda a
cambiar nuestra consciencia, especialmente nuestra presente manera de pensar.
Es
la manera que Dios tiene para que continúes desenvolviendo el potencial
espiritual, o sea, los poderes espirituales que están en ti. Y la fe, el amor y
la sabiduría son tres de estos poderes.
Dios
nos pide que desarrollemos nuestra fe; fe para emprender más grandes proyectos,
fe para realizar mayores obras en servicio a los demás; fe para que confíes más
en Dios.
Dios
nos pide que desarrollemos nuestra capacidad para amar a los demás; sí para
amarlos sin condiciones, para aceptarlos tal cual son. Comenzando con nosotros
mismos, aceptándonos tal y como somos; y lograr esto es cambiar para lo mayor y
lo mejor.
Dios
nos pide que utilicemos sabiduría y buen juicio en nuestras decisiones; no
solamente con las que nos afectan a nosotros mismos, sino principalmente las
que afectan a las demás personas. Esto requiere soltar todo tipo de prejuicios
y ver el bien en todas partes.
Tal cual decíamos en la clase del pasado
jueves en nuestro Centro, parafraseando las palabras de Jesús; “de la
abundancia del corazón habla la boca.” (Lucas 6:45)
Si
esto es así, entonces no estemos hablando mal de los demás, encapsulando dentro
de nosotros conflictos pasados, viejas rencillas.
Y podrías exclamar; ¡Ah, eso es fácil es
decirlo, pero es difícil lograrlo! Y si lo dices, ¡tienes razón! Todo esto te
puede parecer una tontería pero no lo es.
Dios
requiere de cada uno de nosotros que cambiemos tanto en las cosas pequeñas como
en las grandes. Y Dios quiere ser copartícipe en ese cambio. Tómalo en cuenta
en todos los caminos de tu vida.
“Mira
que te mando que te esfuerces y seas valiente” es el mandato de Dios para cada
uno de nosotros. Y este es un mandato eterno, para seguir y cumplir mientras
estemos habitando en este planeta.
No
te pares, y si te paras, que sea para escuchar la guía y la instrucción de
Dios, pero sigue adelante con tus metas y tus proyectos. Procura que estas
metas y proyectos sean las metas y proyectos que Dios tiene para ti.
Sigue
cambiando y caminado y haciendo todo para la gloria de Dios hasta que llegue el
día en que el sol no se ponga delante de ti.
Dios
te bendice ahora y siempre.
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