lunes, 11 de febrero de 2013

Un lugar para cada cosa


Por Rev. Roberto Sánchez

“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os hubiera dicho; voy pues a preparar un lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.”(Juan 14:2,3)      
El título del mensaje de hoy es “Un lugar para cada cosa” y podíamos añadir “y cada cosa en su lugar”, ¿no es así?  La idea detrás de esta declaración es la idea del orden. Preguntamos: ¿qué importancia tiene esto en nuestras vidas y asuntos?  Jesús se encontraba cenando junto a sus discípulos cuando dijo estas palabras: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay…”
Podría entenderse como que en la casa de Dios hay muchas habitaciones o lugares para estar. Y la casa del Padre es un lugar donde habita Dios, y ciertamente Dios habita en toda Su Creación.  Y como tú y yo somos una parte de Su Creación, Dios habita en ti y en mí. Pero ciertamente, hay un lugar dentro del ser humano donde habita Dios. Y este lugar se llama la conciencia. Se llama el aposento alto, un lugar en nosotros donde nos encontramos “cara a cara con Dios”.

Pero no es un lugar donde cerrando los ojos llegamos; tenemos que emigrar hacia dentro de las profundidades de nuestro ser y esto es un proceso que toma tiempo y requiere práctica.  Es un lugar santísimo, “…el más íntimo y sagrado de la conciencia donde el ser humano se vuelve consciente de la presencia del Espíritu.” (LPR p. 137)
“Cada cosa en su lugar”, decimos muchas veces cuando deseamos establecer orden. Pero también decimos “las cosas espirituales deben ser discernidas espiritualmente”. Esto es, con el ojo de la visión interna y la intuición debemos saber distinguir la verdad de las apariencias y colocarlas en el lugar que le corresponde a cada cual.
Pero hablamos de cosas y ¿qué es una cosa?   Las cosas son pensamientos materializados con una baja vibración que pueden ser percibidos por los cinco sentidos.  Las cosas que se ven son las expresiones o manifestaciones de las ideas del hombre acerca de sí mismo y de Dios. Detrás de cada cosa hay un pensamiento.” (LPR p. 48)  “Un lugar para cada cosa” es reconocer lo que es de Dios y lo que es del ego humano y poner cada una en su lugar.
Por ejemplo: visualiza una moneda de oro puro. Si pensamiento detrás de la moneda es de posesión, o riqueza y poder, mucho cuidado porque detrás del pensamiento puede estar el egoísmo. Pero su tu primer pensamiento es “he aquí la provisión de Dios, gracias Padre” entonces habrás reconocido a Dios como la Fuente de tu provisión, la única Verdad.
Visualiza una píldora, si el pensamiento detrás de ella es “un calmante” entonces estás en la superficie de tu existencia. Pero si piensas que es un agente catalizador que te ayudará a permitir el fluir de la corriente sanadora del Espíritu que vive en ti, entonces habrás reconocido a Dios como la salud de tu ser, la única Verdad.  Cada pensamiento se convierte en una morada. “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”, y ¿cuál es la casa de mi Padre? Nuevamente, en cuanto a ti y a mí respecta el Padre mora en cada uno de nosotros.
“Y vosotros sois el templo del Dios viviente.” (2 Corintios 6:16) De aquí la importancia de ordenar nuestros pensamientos-moradas para establecer orden dondequiera que estés y dondequiera que vayas. Esto es poner “la casa en orden y cada cosa en su lugar”.
En la vida que tenemos que vivir, todo tiene un lugar y tú y yo decidimos que lugar le vamos a dar. Hay lugares importantes y otros que no son importantes.  Pero el enfoque de nuestra conciencia dictará el lugar y la importancia que le asignamos a las experiencias que vivimos.  El ser humano, en el menor de los casos, es complicado, hay muchas moradas en él. Hay espacios de ansiedad, espacios de miedo, de frustración, de resentimiento, etc. Pero también hay espacios de quietud y confianza.
Un lugar importante en tu hogar es tener un lugar para ir a oración. U n lugar para alejarte del mundo externo y entrar en las profundidades de tu propio ser. Un lugar donde puedas meditar en el silencio para conectarte con la Fuente de todo bien.  Y no es menos cierto que tú y yo hemos morado en todas esas moradas en algún momento de nuestras vidas. Pero la promesa es que Dios ha preparado una morada para cada uno de nosotros donde moraremos junto a Él todo el tiempo. Y esta es una morada de armonía y paz, quietud y confianza.
No importan los vientos tormentosos de las apariencias, puedes y debes morar junto a Dios en ese lugar santísimo localizado en tu propia conciencia. Y este lugar siempre ha estado en ti y en mí esperando que habitemos en el todos los días de nuestras vidas.  Y ese es el gran reto que debemos superar, y es, morar en la morada correcta todo el tiempo junto al Padre, sin importar las apariencias ni las condiciones externas.
Esa morada, Dios la ha preparado con un propósito para cada uno de nosotros, y es para que estemos junto a Él todo el tiempo, en unidad permanente; y expresando la Verdad con nuestros pensamientos, palabras y acciones.  Las apariencias tienen su lugar y la Verdad tiene su lugar. Nunca des lugar a nada menos que la Verdad. Tú decides en qué lugar vas a morar.
Ahora bien, si es cierto que cada cosa tiene su lugar no es menos cierto que podemos hacer “cada cosa en su día”.  Dios nos da un día tras otro. Un nuevo amanecer todos los días; y un feliz atardecer en donde podemos dar gracias a Dios por lo bueno que ha sido con nosotros durante el día.  Dios nos da un día tras otros donde podemos realizarnos cada día y cada vez más como seres espirituales.
Cada día nos trae y nos presenta oportunidades de servir a los demás. El llamado es responder a las necesidades de nuestro prójimo con solicitud, empeño, deseo y disposición.  Y como las necesidades cambian cada día, por eso el Maestro dijo: cada día trae su propio afán.  Procura hacer lo mejor que puedas todos los días, con los recursos que tengas a la mano, justo donde estés. Nunca olvides esto, porque eso fue exactamente lo que hizo el Maestro Jesucristo todos los días de su vida en este planeta.
Llevó la palabra a miles, los sanó, los alimentó, y les señaló el camino a la vida eterna. Realizó una gran obra en servicio al prójimo, pero sobre todos nos amó y nos sigue amando con un amor que todavía no hemos alcanzado.  Y una vida como esta es testimonio silente, de cómo poner cada cosa en su justo lugar.
Y esto requiere que pongamos a Dios en Su justo lugar, así como lo hizo Jesús día a día. ¡Qué mucho nos falta todavía para poner a Dios primero y en su justo lugar en nuestras vidas!  Mucho hablamos de esto, pero poco hacemos. Cuando nos llegan esos grandes “gigantes” hacemos como el avestruz, y escondemos la cara en la arena de la preocupación, angustia y ansiedad. Rápidamente perdemos el sentido del Orden Divino.
Es importante recordar las prioridades en nuestras vidas, primero Dios. Este es el fundamento del cristianismo, y es ahí donde edificamos nuestra unidad con Dios.  Este debe ser nuestro norte todos los días de nuestras vidas, porque Él es nuestro Creador y a Él le debemos todo lo que tenemos y todo lo que somos.  En la casa de mi Padre, muchas moradas hay. Escoge hoy a quién habrás  de servir y en qué morada vas a vivir.
Créanme, por nuestro propio bienestar espiritual nos conviene ordenar la casa de nuestra conciencia y poner cada cosa en el lugar que le corresponde.  Primero lo primero y después todo lo demás. 
Por esto y por mucho más podemos decir todos juntos Jehová es mi pastor, nada me faltará…Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Salmo 23:1, 6)
 Bendecidos somos si sabemos estas cosas, y bienaventurados somos si las hacemos. Dios les bendice ahora y siempre. ¡Amén! 

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