Por Rev. Roberto Sánchez
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os hubiera dicho; voy pues a preparar un lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.”(Juan 14:2,3)
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os hubiera dicho; voy pues a preparar un lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.”(Juan 14:2,3)
El título del mensaje de hoy es “Un
lugar para cada cosa” y podíamos añadir “y cada cosa en su lugar”, ¿no es así? La idea detrás de esta declaración
es la idea del orden. Preguntamos: ¿qué importancia tiene esto en nuestras
vidas y asuntos? Jesús se encontraba cenando junto a
sus discípulos cuando dijo estas palabras: “En
la casa de mi Padre muchas moradas hay…”
Podría entenderse como que en la
casa de Dios hay muchas habitaciones o lugares para estar. Y la casa del Padre
es un lugar donde habita Dios, y ciertamente Dios habita en toda Su Creación. Y como tú y yo somos una parte de Su
Creación, Dios habita en ti y en mí. Pero ciertamente, hay un lugar dentro del
ser humano donde habita Dios. Y este lugar se llama la conciencia. Se llama el
aposento alto, un lugar en nosotros donde nos encontramos “cara a cara con
Dios”.
Pero no es un lugar donde cerrando
los ojos llegamos; tenemos que emigrar hacia dentro de las profundidades de
nuestro ser y esto es un proceso que toma tiempo y requiere práctica. Es un lugar santísimo, “…el más
íntimo y sagrado de la conciencia donde el ser humano se vuelve consciente de
la presencia del Espíritu.” (LPR p. 137)
“Cada cosa en su lugar”, decimos
muchas veces cuando deseamos establecer orden. Pero también decimos “las cosas
espirituales deben ser discernidas espiritualmente”. Esto es, con el ojo de la
visión interna y la intuición debemos saber distinguir la verdad de las
apariencias y colocarlas en el lugar que le corresponde a cada cual.
Pero hablamos de cosas y ¿qué es una
cosa? Las cosas son pensamientos materializados
con una baja vibración que pueden ser percibidos por los cinco sentidos. Las cosas que se ven son las expresiones
o manifestaciones de las ideas del hombre acerca de sí mismo y de Dios. Detrás
de cada cosa hay un pensamiento.” (LPR p. 48) “Un lugar para cada cosa” es
reconocer lo que es de Dios y lo que es del ego humano y poner cada una en su
lugar.
Por ejemplo: visualiza una moneda de oro puro. Si pensamiento detrás de la
moneda es de posesión, o riqueza y poder, mucho cuidado porque detrás del
pensamiento puede estar el egoísmo. Pero su tu primer pensamiento es “he aquí
la provisión de Dios, gracias Padre” entonces habrás reconocido a Dios como la
Fuente de tu provisión, la única Verdad.
Visualiza
una píldora,
si el pensamiento detrás de ella es “un calmante” entonces estás en la
superficie de tu existencia. Pero si piensas que es un agente catalizador que
te ayudará a permitir el fluir de la corriente sanadora del Espíritu que vive
en ti, entonces habrás reconocido a Dios como la salud de tu ser, la única Verdad. Cada pensamiento se convierte en una
morada. “En la casa de mi Padre muchas
moradas hay”, y ¿cuál es la casa de mi Padre? Nuevamente, en cuanto a ti y
a mí respecta el Padre mora en cada uno de nosotros.
“Y vosotros sois el templo del Dios
viviente.” (2 Corintios 6:16) De aquí la importancia de ordenar nuestros
pensamientos-moradas para establecer orden dondequiera que estés y dondequiera
que vayas. Esto es poner “la casa en orden y cada cosa en su lugar”.
En la vida que tenemos que vivir,
todo tiene un lugar y tú y yo decidimos que lugar le vamos a dar. Hay lugares
importantes y otros que no son importantes. Pero el enfoque de nuestra
conciencia dictará el lugar y la importancia que le asignamos a las
experiencias que vivimos. El ser humano, en el menor de los
casos, es complicado, hay muchas moradas en él. Hay espacios de ansiedad,
espacios de miedo, de frustración, de resentimiento, etc. Pero también hay
espacios de quietud y confianza.
Un lugar importante en tu hogar es
tener un lugar para ir a oración. U n lugar para alejarte del mundo externo y
entrar en las profundidades de tu propio ser. Un lugar donde puedas meditar en
el silencio para conectarte con la Fuente de todo bien. Y no es menos cierto que tú y yo
hemos morado en todas esas moradas en algún momento de nuestras vidas. Pero la
promesa es que Dios ha preparado una morada para cada uno de nosotros donde
moraremos junto a Él todo el tiempo. Y esta es una morada de armonía y paz, quietud
y confianza.
No importan los vientos tormentosos
de las apariencias, puedes y debes morar junto a Dios en ese lugar santísimo
localizado en tu propia conciencia. Y este lugar siempre ha estado en ti y en
mí esperando que habitemos en el todos los días de nuestras vidas. Y ese es el gran reto que debemos
superar, y es, morar en la morada correcta todo el tiempo junto al Padre, sin
importar las apariencias ni las condiciones externas.
Esa morada, Dios la ha preparado con
un propósito para cada uno de nosotros, y es para que estemos junto a Él todo
el tiempo, en unidad permanente; y expresando la Verdad con nuestros
pensamientos, palabras y acciones. Las apariencias tienen su lugar y la
Verdad tiene su lugar. Nunca des lugar a nada menos que la Verdad. Tú decides
en qué lugar vas a morar.
Ahora bien, si es cierto que cada
cosa tiene su lugar no es menos cierto que podemos hacer “cada cosa en su día”. Dios nos da un día tras otro. Un
nuevo amanecer todos los días; y un feliz atardecer en donde podemos dar
gracias a Dios por lo bueno que ha sido con nosotros durante el día. Dios nos da un día tras otros donde
podemos realizarnos cada día y cada vez más como seres espirituales.
Cada día nos trae y nos presenta
oportunidades de servir a los demás. El llamado es responder a las necesidades
de nuestro prójimo con solicitud, empeño, deseo y disposición. Y como las necesidades cambian cada
día, por eso el Maestro dijo: cada día trae su propio afán. Procura hacer lo mejor que puedas
todos los días, con los recursos que tengas a la mano, justo donde estés. Nunca
olvides esto, porque eso fue exactamente lo que hizo el Maestro Jesucristo
todos los días de su vida en este planeta.
Llevó la palabra a miles, los sanó,
los alimentó, y les señaló el camino a la vida eterna. Realizó una gran obra en
servicio al prójimo, pero sobre todos nos amó y nos sigue amando con un amor
que todavía no hemos alcanzado. Y una vida como esta es testimonio
silente, de cómo poner cada cosa en su justo lugar.
Y esto requiere que pongamos a Dios
en Su justo lugar, así como lo hizo Jesús día a día. ¡Qué mucho nos falta
todavía para poner a Dios primero y en su justo lugar en nuestras vidas! Mucho hablamos de esto, pero poco
hacemos. Cuando nos llegan esos grandes “gigantes” hacemos como el avestruz, y
escondemos la cara en la arena de la preocupación, angustia y ansiedad.
Rápidamente perdemos el sentido del Orden Divino.
Es importante recordar las
prioridades en nuestras vidas, primero Dios. Este es el fundamento del
cristianismo, y es ahí donde edificamos nuestra unidad con Dios. Este debe ser nuestro norte todos
los días de nuestras vidas, porque Él es nuestro Creador y a Él le debemos todo
lo que tenemos y todo lo que somos. En la casa de mi Padre, muchas
moradas hay. Escoge hoy a quién habrás
de servir y en qué morada vas a vivir.
Créanme, por nuestro propio
bienestar espiritual nos conviene ordenar la casa de nuestra conciencia y poner
cada cosa en el lugar que le corresponde. Primero lo primero y después todo lo
demás.
Por esto y por mucho más podemos
decir todos juntos Jehová es mi pastor, nada me faltará…Ciertamente, el bien y
la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová
moraré por largos días. (Salmo 23:1, 6)
No hay comentarios:
Publicar un comentario