sábado, 6 de octubre de 2012

Mantén tu centro en Dios


Por Rev. Roberto Sánchez
“«Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero sino como tú»”. (Mateo 26:39)  
En la revista Contact que publica Ministerios Mundiales Unity, en su edición de septiembre del 2012 aparece el siguiente texto:
“El cambio está ocurriendo en nuestro mundo con una rapidez sin precedentes por una razón. El Espíritu nos está pidiendo que soltemos nuestras maneras habituales de hacer las cosas para así prepararnos y ayudarnos a abrirnos. El Espíritu nos está pidiendo que vayamos a nuestro centro, nos aquietemos, y permitamos que nuestra Sabiduría Interior sea lo que expresemos en cada momento, en cada conversación.”
A nuestras vidas llegan situaciones o eventos que nos desestabilizan, llegando hasta las mismas entrañas de nuestro ser. Son como terremotos que estremecen el mismísimo fundamento de nuestro ser.
Así nos sentimos cuando nos sentimos amenazados, y el miedo nos arropa haciéndonos pasar noches enteras en vela; y cada día que pasamos en esta condición es un día miserable, en donde en ocasiones deseamos hasta nunca haber nacido.

Y así reaccionamos muchas veces a eventos desafortunados que nos toca vivir. Lamentablemente siempre hemos afrontado estos retos desde la circunferencia de nuestra existencia.
Pero el Espíritu nos hace un llamado a ti y a mí para que cambiemos nuestras habituales maneras de enfrentar los retos, y lleguemos cada vez más cerca de nuestro centro para mantenernos quietos y en paz en medio de la tormenta.
En las tempestades de nuestras vidas, ya sean retos de salud, o de relaciones, o tempestades económicas, siempre podemos encontrar un centro interior en donde podemos aquietarnos y reconocer la Presencia de Dios.
La grandeza de Jesús, estuvo en mantenerse centrado siempre en la presencia de Dios y en Su propósito divino aun cuando Él sabía lo que Le venía.
Enfrentó todo lo que tenía que enfrentar sin resistir ni invocar los poderes sobrenaturales que tenía; porque fue fiel a la instrucción y a la voluntad del Señor.
Ahora bien, cuando leemos la historia de la crucifixión y muerte de Jesús, vemos cómo el mismo pueblo que Dios sacó del cautiverio egipcio resiente el cambio que Dios requería de cada uno de ellos y deciden matar a Su Instrumento de Cambio.
Pero: “Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren.” (Juan 4:24) Y precisamente estas palabras nos expresan lo que Dios requería de cada uno de los israelitas en aquellos tiempos, y también nos muestran lo que Dios requiere de ti y de mí en este tiempo.
¿Por qué? Porque no importan los vientos tormentosos que puedan aflorar, Dios lo transformará todo en bien.
En nuestro humano afán de establecer orden y organizarlo todo, nos envolvemos en crear normas y procedimientos para todo lo que hacemos. El intelecto tiene un rol protagónico en este proceso organizador.
Pero se nos olvida rápidamente que el orden así como todas las cosas creadas, tienen un fundamento divino, dirigido por el mismo Espíritu, que siendo Uno solo, en todo y en todos, nos ordena a trabajar más en el Espíritu y menos en la letra.
Esto fue lo que le ocurrió al pueblo de Israel en aquellos tiempos; trabajaron más en la letra que el Espíritu y todo esto trajo consecuencias destructivas para ellos.
También traerá consecuencias negativas a ti y a mí si seguimos trabajando en la letra y no en el Espíritu. Porque trabajar en la letra solamente es trabajar en la superficie de las cosas, en su parte visible, pero “lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3).
Entonces Dios nos hace un llamado para que trabajemos desde nuestro centro esa región en nosotros que no tiene superficie, que es toda profundidad.
Dios no tiene superficie porque es un Centro Omnipresente. Y Su centro lo encontramos ciertamente dentro de nosotros y en todas partes, aquí, allí y más allá. “«Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero sino como tú»”. (Mateo 26:39) Jesús estaba conscientemente hablando desde Su centro cuando pronunció estas palabras.
“El Espíritu nos está pidiendo que soltemos nuestras maneras habituales de hacer las cosas… que vayamos a nuestro centro, nos aquietemos, y permitamos que nuestra Sabiduría Interior sea lo que expresemos en cada momento, en cada conversación.” (Contact Magazine, September 2012). 
Llega un momento en nuestras vidas que Dios se hace cargo de todo, hasta de nuestro propio caminar, Dios nos dirige a donde Él quiere para hacer las cosas que Él desea hacer por otros, a través de nosotros. 
Pero para que esto ocurra tiene que haber en nosotros la voluntad personal y la determinación de desear desgarrar nuestra propia voluntad personal para permitir que se haga la voluntad de Dios en nuestras vidas. 
Y este proceso es sumamente angustioso, se le ha llamado la noche oscura del alma. Jesús pasó por esto cuando fue a Getsemaní con Sus discípulos, y en las Escrituras leemos las siguientes palabras: “… comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: – Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.” (Mateo 26: 37) 
 En todo esto Jesús nos dio a cada uno de nosotros una buena lección, “no resistáis al que es malo” (Mateo 5:39). Jesús no resistió Su arresto, ni al Concilio, ni Su sentencia de muerte, ni Su crucifixión. 
Jesús tuvo que soltarlo todo, absolutamente todo, hasta Su propia familia, para permitir que se hiciera plenamente la voluntad de Dios. 
Y podrías decir: “pero esto es un precio muy alto que pagar para seguir la voluntad de Dios, la familia es sagrada” pero Jesús hizo esto sin dejar de hacer lo otro. Y lo otro fue que se encargó de que su madre estuviese bien atendida y proveyó para que esto ocurriera.  Que su familia lloró su partida, ¡absolutamente! 
Nuevamente, era necesario hacer esto sin dejar de hacer lo otro. 
No sé lo que pueda estar pasando por tu mente en este momento; pero el punto es que Dios requiere que actuemos desde nuestro centro. 
Y para enfatizar el hecho de que cuando obramos desde nuestro centro espiritual tenemos que renunciar a muchas cosas les recuerdo las palabras del Maestro:
“–De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o padres o hermanos o mujer o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.” (Lucas 18:29,30)
Esto es lo que cuesta mantener nuestro centro en Dios; y estas son las recompensas. Pero si vas a obrar desde tu centro, por todos los medios, no lo hagas por las recompensas, hazlo por amor a Dios.  
Y hacer esto así es actuar desde una perspectiva centrada en Dios. Porque debemos amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Pero, nuevamente, es necesario hacer lo primero sin dejar de hacer lo segundo. 
Hemos hablado de la importancia de mantener nuestro centro en Dios y de la necesidad de cambiar para cumplir con los requisitos del Espíritu.
 Pero la pregunta es: ¿Cómo podemos comenzar a movernos en la dirección del cambio? 
A continuación algunos guías que podrás poner en práctica en tu vida diaria: 
Procura ir a oración y particularmente al Silencio
Suelta maneras habituales de hacer las cosas: Debes estar en todo momento receptivo y obediente a la guía y la instrucción del Espíritu.
Ten la disposición de pasar la noche oscura del alma. Llora si es necesario. La noche oscura se disuelve con un bello amanecer; y las lágrimas se secan rápidamente con el pañuelo.
Sigue adelante haciendo tu labor, y como dice Emilie Cady, podrá parecerte todo esto un fracaso, pero Dios va contigo todo el camino preparándote para algo mayor y mejor.
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces. ¡Amén!

No hay comentarios:

Publicar un comentario