“Pues
para que sepáis que el Hijo el hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo al paralítico–: A ti te
digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Al instante se levantó en
presencia de ellos, tomó la camilla en que estaba acostado y se fue a su casa
glorificando a Dios.” (Lucas 5:24,25)
El tema del perdón de los pecados es
un factor central en la religión.Pero; ¿qué es pecar? Podriás
contestar diciendo, “pues hacer algo malo ante los ojos de Dios.”El diccionario nos dice que pecado
es: acción, conducta o pensamiento, etc., condenado por la ley divina.
En Unity definimos el pecado como
errar el blanco, o diría yo no dar en blanco o no dar la talla en cuanto a
perfección divina. (LPR p.172) Es como cuando nos ponen a realizar un trabajo y
no damos la talla.
La mayoría de las personas que leen
este pasaje literalmente creen que el Hijo del hombre es solamente Jesús. De hecho cuando los escribas y los fariseos vieron
que Jesús le dijo al paralítico “–Hombre tus pecados te son perdonados”
comentaron entre sí diciendo: “«¿Quién
es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino Dios?»” (Lucas 5:21)
La
Biblia nos relata que Dios perdona nuestros pecados y en los evangelios, que
Jesús, el Hijo del hombre también tuvo poder para perdonar los pecados.
Ahora bien, aunque es cierto que
Jesús es el Hijo del hombre no es menos cierto que en una ocasión cuando el
oraba les preguntó a sus discípulos “–¿Quién dice la gente que soy yo?” (Juan
9:18) Luego les preguntó a sus discípulos: “–¿Y vosotros, quién decís que soy?
Entonces respondiendo Pedro, dijo: –El Cristo de Dios.” (Juan 9:20)
En verdad la razón por la cual Jesús
tenía el poder de perdonar los pecados
era porque Él es el Cristo de Dios.
La mayoría de las personas piensan
que Jesús, el Cristo de Dios, es el único que puede perdonar nuestros pecados.
Que solo hay un Cristo y que se encuentra en la persona de Jesús.
Tal vez lo que más nos diferencia de
las otras religiones tradicionales es precisamente este punto. Para nosotros en
Unity Cristo mora en cada uno de nosotros, es la parte espiritual y fundamental
de los que somos. Cristo es la imagen y semejanza de Dios dentro de cada uno de
nosotros.
Pablo lo dijo claro: “Cristo en
vosotros, (o sea el Cristo que habita en nosotros) esperanza de gloria.”
(Colosenses 1:27)
Si Cristo habita en cada uno de
nosotros y es la seguridad que tenemos para lograr la gloria, que no es otra
cosa que la plena unidad con Dios, entonces tu y yo tenemos el poder para
perdonar nuestros propios pecados. “Las cosas que yo hago ustedes las pueden
hacer y mayores aun”, dijo el Maestro.
Y esto es de suma importancia porque estando Cristo en
cada uno de nosotros entonces todo lo que tenemos que hacer es aceptar esa gran
Verdad y permitir que Él haga Su trabajo en y a través de nosotros.
Pero esto no se consigue diciendo
“yo acepto al Cristo que vive en mí.” Pero esto es una frase, un grupo de
palabras y en realidad es mucho más que eso. Es un proceso….
Pues bien, el que tenga oídos para
oír que oiga; en Hebreos encontramos las siguientes palabras: “«… dice el
Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré», añade «Y nunca más
me acordaré de sus pecados y transgresiones», pues donde
hay remisión (perdón) de estos, no
hay más ofrenda por el pecado.” (Hebreos 10:16,17, 18)
«…
dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré». Esto significa que la ley Divina está escrita en nuestra mente.
Significa que tú sabes cuando has actuado mal. Lo sabes porque lo sientes en tu
corazón y porque la acción, la conducta o el pensamiento adverso te molestan
mentalmente, sientes remordimiento.
“El pecado está primero en la mente y se
redime por medio de un proceso mental o yendo al silencio” (LPR p.172)
“El perdón significa renunciar a
algo. Cuando te perdonas a ti mismo dejas de hacer las cosas que no deberías
hacer.” (LPR. P. 177)
Tú y yo llegamos a un punto en
nuestras vidas en dónde tenemos que tomar decisiones en cuanto a nuestro
futuro. O seguimos permitiendo que los acontecimientos y eventos de nuestra
vida nos lleven de un lugar a otro sin rumbo fijo, o tomamos control de nuestra
vida.
«…
dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré», y añade «Y nunca más
me acordaré de sus pecados y transgresiones», pues donde
hay remisión (perdón) de estos, no
hay más ofrenda por el pecado.”
Entonces no solo el Señor escribió
la ley en nuestras mentes y corazones, sino que dentro de nosotros “hay
remisión de estos”, quiere decir que dentro de nosotros hay poder para perdonar
nuestros pecados y el perdón lo da ese Cristo que habita en nosotros. Y ese
Cristo es el Hijo del hombre que vive en ti y en mí.
Por esto el primer paso en el camino
del perdón es comenzar perdonándonos nosotros mismos. Comenzamos a transitar
este camino abandonando pensamientos erróneos, modos de vida incorrectos y
arrepintiéndonos.
Y puede que hayas dado algunos pasos
concretos en el camino del perdón, pero si aún sientes remordimiento por algo
que hiciste o dijiste en el pasado, tienes que seguir perdonándote a ti mismo.
La clave es ir al silencio de tu ser y ahí, en ese lugar sagrado, arrepiéntete
ante esa divinidad que es el Cristo de tu ser, el Hijo del hombre que vive
dentro de ti. Ese puede perdonar todos tus pecados.
Y prueba de que todo esto es así, son
los testimonios de miles de personas que han ido al silencio de su ser, se han
arrepentido de todo corazón y han salido felices y contentos edificando una
nueva vida y no han vuelto jamás a cometer los mismos errores.
Esther Nicholson en su artículo de
la Palabra Diaria de este mes nos escribe: “Yo era un alma rota y herida adicta
a las drogas, tratando de abrirme camino hacia la plenitud una y otra vez, solo
para fallar de nuevo. Yo creía en un Dios fuera de mí, que no estaba disponible
y que no era amistoso y quién me consideraba indigna. …, dice: “hemos sido
hipnotizados por nuestra cultura para creer que somos menos que expresiones de
Dios.”
“Yo pienso que es debido a esta creencia falsa
que experimentamos retos, dolor, carencia y limitación. Por medio de nuestra
práctica espiritual de oración, meditación y perdón, quitamos a Dios del cielo,
de las iglesias y libros y Lo ponemos en nuestro corazón.”
Ella reporta que gracias a esa “unión
consciente… su mente ha sido renovada y todas las cosas en su vida han sido
hechas nuevas verdaderamente.”
Hoy por hoy ella es “una profesional
espiritual acreditada, maestra, escritora, presentadora, artista discográfica y
devota madre y abuela con 25 años de sobriedad.”
Continua diciendo: “Esto no sucedió
todo al mismo tiempo. Ha tomado muchas lágrimas, oración, meditación, perdón,
estudio y ha sido un proceso para llegar hasta aquí.”
Si no has comenzado a perdonarte,
este es el momento para dar el primer paso. Si has sido intransigente,
inflexible, duro contigo mismo, este es el momento para comenzar a perdonarte y
a amarte como lo que realmente eres, una bella expresión de Dios.
Si has estado despreciando parte de
ti por lo que hizo en el pasado, este es el tiempo para perdonarte.
Si has despreciado parte de tu
cuerpo por haber actuado erróneamente, este es el tiempo para perdonarte. Deja
de atacarte, deja de menospreciarte y comienza a perdonarte; has las paces
contigo mismo.
Si no has sentido paz mental por
la consciencia acusadora que vive en ti,
este es el momento para comenzar un proceso de paz mental, este es el tiempo
para perdonarte.
Si has sido víctima de cualquier
tipo de adicción o abuso, el Hijo del hombre que vive en ti tiene el poder para
liberarte, entonces puedes tomar tu camilla e irte a tu casa.
Recuerda no busques afuera el poder
que hay dentro de ti. Sin embargo puedes traer a tu interior la presencia de
Cristo Jesús para que te ayude a perdonarte a ti mismo. Él es el Pastor y te
señalará el camino.
«Y
nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones», significa
que Dios no se acordará de nuestros
pecados porque Dios no tiene nada que perdonar. Dios es puro y perfecto amor.
La necesidad es comenzar a
perdonarte a ti mismo. Y el tiempo es aquí y ahora.
Meditemos…Querido Cristo y Dios de
mi ser en este momento sagrado de oración Y EN EL SILENCIO de mi ser te pido
que me perdones de todos los errores que he cometido contra mis hermanos,
padres, hijos y conjugue, de palabra y acción, igualmente te pido que me
perdones por todo tipo de pensamiento de error, de egoísmo, de rencor y
venganza hacia las personas que me rodean. Deseo rehacer mi vida, entregarte mi
vida y seguir tu santa voluntad. Te prometo que cambiaré y no volveré a cometer
las mismas fallas que antes cometí con ellos. Me propongo a amar más y a
expresarles mi amor en pensamiento, palabra y acción. Todo esto te lo pido en
el nombre y por el poder de tu Hijo Jesucristo amén.
¡Dios te bendice ahora y siempre, si
sabiendo estas cosas las haces!
¡Amén!
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