martes, 24 de julio de 2012

Perdona y Olvida


Por Rev. Roberto Sánchez                                                                   www.centrodecristianismopractico.com                                                                                                     
”Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia. Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Efesios 4:31
Hay muchas personas que están tan envueltas en todo tipo de sentimientos de furia, de venganza y hasta de violencia que se sienten incapaces de apaciguar esos sentimientos y mucho menos de perdonarse a sí mismo.  A tales personas le decíamos que dentro de ellos está el poder para perdonarse a sí mismos, el Hijo del hombre, el Cristo de Dios.
Hoy día escuchamos por todos los medios noticiosos casos de feminicidios ocurriendo en todas partes. En el reino de las causas, lo que motiva a ese hombre a matar a una mujer, ya sea, su esposa, su concubina o su novia es un sentimiento de falta de perdón.

Su ego, su pequeño yo, se ha sentido tal vez tan insultado o despreciado o agolpeado que la única escapatoria para aliviar su condición ha sido la venganza. 
He tomado este ejemplo, que es muy relevante y de actualidad porque lo que surge de todas estas noticias es la cantidad de hombres que están matando a mujeres. Y se coloca a la mujer como víctima y al hombre como agresor.
De momento se ha desatado una lucha entre géneros que es muy peligrosa porque tiende a separarnos en vez de unirnos como una sola familia de Dios; que es hombre y mujer juntos viviendo, y compartiendo en amor, unidad y verdad.
Detrás de toda esta vorágine de feminicidios (palabra no encontrada en el diccionario) está la incapacidad de perdonar al prójimo.
Todavía queda mucho por aprender del Maestro Jesucristo, tal vez los hombres deberían comenzar a decir ‘Padre, perdónala que no sabe lo que hace’.
Las madres, las esposas, tienen un rol protagónico en la crianza, de los hombres, especialmente del género masculino. De nuestras madres experimentamos el sentimiento y el poder del amor. Se encargan de alimentarnos, proveer un hogar cómodo y seguro, y ofrecernos una educación familiar en principios y valores.
Las esposas, son las administradoras del hogar. Hoy día la mujer tiene que trabajar al igual que el hombre, y tanto ella como su marido proveen para las necesidades del hogar.
El rol que desempeña la mujer en la sociedad es cada vez mayor. La mujer sigue conquistando puestos de trabajo que antes eran ocupados por hombres. Las mujeres se superan cada día más.
Pero ahora quiero volverles a recordar algo muy importante: “«… dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré» (Hebreos 10:16)
Y yo me pregunto ¿qué ha pasado entre la relación hombre y mujer? ¿Qué está causando tantos feminicidios? ¿Quién o cómo comenzó la agresión? ¿Por qué?
Estas preguntas son para que reflexionemos, meditemos y tomemos decisiones importantes en nuestra manera de conducirnos ante los demás. Tratar de contestar estas preguntas aquí y ahora está fuera del alcance de este mensaje.
Si Dios ha puesto sus leyes en nuestros corazones, entonces tú y yo sabemos cuándo hemos actuado mal. Puedes perdonarte a ti mismo y no volver a cometer la falta.
Pero y… ¿qué hay del que recibe tal ofensa? ¿Qué vas a hacer con la ofensa que recibiste de tu madre, de tu esposa, o de tu novia; de tu padre o de tu esposo o novio?
Tienes el poder para perdonar y olvidar….
No caigas en ‘el gancho’ de aquellos que dicen ‘yo perdono pero no olvido’. Tal vez nunca puedas olvidar el hecho, pero puedes disolver en tu alma el impacto negativo que ese incidente causó en ti. A esto nos referimos cuando decimos perdona y olvida…
Tienes el poder para perdonar y olvidar… pero hasta que no liberes el poder que hay en ti no podrás perdonar. Entonces la pregunta es: ¿Qué hay que hacer para liberar el poder de perdonar y olvidar?
 Tienes que desatar tu ego, tu pequeño ‘yo’, y dar paso al amor que solo Cristo en ti puede expresar. Puedes afirmar con seguridad: No soy yo sino el Cristo en mí quien hace las obras. Cristo en ti y en mí es el que tiene el poder para perdonar y olvidar.
Ese poder está mucho más allá de nuestra humanidad, reside en las profundidades de nuestro ser; por eso tenemos que soltar la personalidad y permitir que el Espíritu haga su trabajo en cada uno de nosotros.
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:13)Estas palabras de Pablo dichas con humildad y reverencia harán por cada uno de nosotros lo que ningún poder humano puede hacer por nosotros.
Nos envolvemos en tanta materialidad, en ‘tú me dijiste’, ‘yo te dije’, ‘tú me hiciste’, ‘yo te hice’, ‘no me gustó eso que hiciste o dijiste’. Esto es vivir en la superficialidad de la vida. Pero tenemos que aprender a aceptarnos tal y como somos y a aceptar a los demás tal y como son.
Y hay algo muy importante que debemos aprender: las cosas son como son, y lo que va a pasar, pasa. Y si en toda esta dinámica de vida te sientes ofendido, porque las cosas no son como tú quisieras que fueran, o no ocurren como tú quisieras que ocurrieran, entonces a ti te digo perdona y olvida…
Es cierto que para muchos el perdonar es un “juego de grandes ligas” porque hay mucho de nuestra parte humana que está envuelto en ese proceso. De hecho toda nuestra persona está envuelta en el proceso de perdonar y olvidar.
Cuando recibimos una ofensa toda nuestra persona reacciona. Tal es así que los procesos vitales de nuestro organismo se alteran. Las palpitaciones de nuestro corazón se aceleran, la presión sanguínea sube, los jugos gástricos se excitan, etc., etc., etc.
Pero también nuestra alma reacciona, y el ego se siente humillado, herido, despreciado. Podrías hasta pensar, “tanto que he hecho por ti y ¿así me pagas?, pues ahora te vas a fastidiar, no cuentes más conmigo.” Y así vamos llenando nuestra vida de reproches; comenzamos a criticar, a censurar la conducta de otros y a llenarnos de amargura.
Nos convertimos en víctimas y le echamos la culpa a otros por nuestra condición. Nuestras cargas emocionales nos van insensibilizando haciéndonos perder el amor al prójimo y sobre todo el amor a nosotros mismos, a esa parte divina que vive en cada uno de nosotros.
 Muchos comienzan a abandonar su cuerpo y ser indiferentes ellos mismos y con los demás.
Pero puedes comenzar a perdonar y a olvidar… Puedes empezar a decir sí, donde antes decías no. Puedes empezar a aceptar donde antes criticabas y censurabas.
Puedes comenzar a ver que no solo cuenta tu opinión sino que hay muchas opiniones. Puedes comprender que no solo hay una manera de hacer las cosas, que hay muchas maneras de hacer las cosas y que cada una de ellas incluyendo la tuya tiene su mérito.
Puedes comenzar a aceptar sin reprochar, y puedes comenzar a compartir sin tratar de dominar a los demás. Puedes dejar que tu luz alumbre a los demás, viendo la luz que alumbra en los demás.
Puedes comenzar a ‘ser’ mientras sigues existiendo día a día. Y puedes permitir liberar tu esplendor aprisionado, sin ansiedades ni miedo de que puedan aprovecharse de tu bondad.
Estas en el negocio de dar y si estás en el negocio de dar entonces puedes perdonar y olvidar.
“Ponte de acuerdo con tu adversario, entretanto estás con él en el camino, sea que… seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante.” (Mateo 5: 25,26)
Pero para pagar hasta el último cuadrante tienes que estar dispuesto a perdonar y olvidar…
“Ponte de acuerdo con tu adversario, entretanto estás con él en el camino”, y esto es ahora. Habla y presenta tu caso, sé sincero, expresa tus sentimientos,  perdona y olvida….
 Recuerda el dicho; no hay mal que por bien no venga. Haz como Moisés que se mantuvo siempre como viendo al Invisible, mantente viendo el bien y solo el bien.
Pero una vez más te lo recuerdo, para esto tienes que perdonar y olvidar.
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces.
¡Amén! 

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