Por Rev. Roberto Sánchez
“¡Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y toda inmundicia.” (Mateo 23:27)
“¡Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y toda inmundicia.” (Mateo 23:27)
Estas palabras
dichas por el Maestro son hoy tan relevantes como lo fueron en el momento
histórico en que fueron dichas.
Cada día un
número mayor de personas se ocupan por
su aspecto físico. Buscamos vernos bellos y hermosos. Especialmente antes de
salir a una actividad o alguna cita importante, nos miramos al espejo para
cerciorarnos de que lucimos lo mejor que podamos.
Las damas
van al salón para que el cabello luzca bien, las que tienen el cabello rizo se
lo estiran, las que tienen el cabello lacio se lo enrizan. Se dan su manicura y
pedicura, algunas van al masajista para relajar el cuerpo.
Hombres y
mujeres frecuentan el gimnasio para mantenerse ‘en forma’ y lucir un cuerpo más
bello.
Buscamos en
cremas y productos de belleza la fuente de la juventud eterna.
¡Pero
algunos van más allá! Se miran al espejo y no se sienten satisfechos con sus
cuerpos. Por ejemplo, no les gusta la forma de la nariz y van en busca de un
cirujano para que les arregle la nariz. Los que la tienen ancha buscan
hacérsela más fina y los que la tienen muy fina buscan anchársela.
Gastan altas
sumas de dinero comprando ropas, carteras, zapatos de marca; usan prendas finas
y perfumes costosos.
Todos
deseamos vernos jóvenes y atractivos. Y existe toda una industria que se mueve
en torno a la estética.
Y esta
industria continuamente nos está dictando y redefiniendo qué significa ser
bello y hermoso. Los líderes de esta industria han formulado un prototipo de lo
que significa ser bello y hermoso y venden esta idea a diario por medio de sus
productos.
Y así se va
cristalizando en la sociedad el patrón del hombre bello, hermoso y perfecto.
Y todo esto
es así porque sabemos que de alguna forma u otra nuestra sociedad tiende a
juzgarnos por la imagen que proyectamos. Y en realidad nos juzgan por la apariencia.
Y así ha
sido desde lo tiempos de Jesús. Muchos de nosotros vivimos de las apariencias. Pero Jesús en Su infinita sabiduría nos dijo:
“No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.” (Juan 7:24)
La cita
bíblica que leímos al principio de este mensaje parece contraria al título del
mensaje de hoy que es “Descubre la belleza que hay en ti” porque Jesús llama a
los escribas y fariseos, ¡hipócritas!
porque por fuera son semejantes a
sepulcros blanqueados (queriendo decir que se ven muy puros y bellos) “… pero
por dentro están llenos de huesos de muertos y toda inmundicia.” (Mateo 23:27)
La palabra
inmundicia significa: suciedad, porquería y basura; y ciertamente no hay nada
bello en esto. Pero todo esto es producto del egoísmo. El desear sobresalir, y
ser “mejor”, el ansia de poder, el deseo
de ser superior y dominar a los demás, etc.
Todo esto es
obra de la mente carnal buscando sus propios fines, buscando servirse en lugar
de servir a los demás. Y ciertamente encontraremos en el transcurso de nuestras
vidas personas que proyectan belleza y hermosura en lo externo pero que por dentro están llenos de huesos de muertos
y toda inmundicia.
Y
ciertamente, la hipocresía y la falsedad no contribuyen a embellecer nuestro
interior. Damos un falso testimonio de nosotros mismos cuando pretendemos ser
una cosa y somos otra. El acto de engañar a otros con premeditación ensucia
nuestro interior.
Y a las
personas que fluctúan entre dos modos contradictorios de comportamiento, el
apóstol Santiago le llama personas de doble ánimo. Y a éstas les dice
expresamente: que son “inconstantes en todos sus caminos” (Santiago 1:8).
Entonces los
exhorta a que purifiquen sus
corazones. Y este es el gran primer paso para comenzar a descubrir la belleza
que está en nuestro interior.
Comenzamos a
purificarnos cuando echamos a un lado la hipocresía y toda esa inmundicia (que es producto de valores falsos y erróneos) y comenzamos
a comportarnos con honestidad y sinceridad. Y todo este proceso tiene que
comenzar con nosotros mismos.
Tenemos que
comenzar a ser honestos y sinceros con nosotros mismos. Y esto requiere que nos
aceptemos como somos y comencemos a levantar nuestra autoestima.
Olvídate de
lo que las personas puedan pensar o decir acerca de ti, ocúpate por aceptarte
tal como eres. Comienza a amarte tal como eres. Y así comenzaras a amar al
Cristo que vive en ti.
En las
profundidades insondables de tu propio ser encontrarás ese esplendor
aprisionado que eres tú. La luz que brilla en ti eternamente encerrada en la
vanidad, en la superficialidad, en la hipocresía, en el egoísmo, y en la falta
de amor propio y en la baja autoestima.
Jesús
conocía esto y por eso nos llamó a cada uno de nosotros “la luz del mundo” y
nos exhortó a que dejáramos brillar nuestra propia luz. Y la luz es ‘hermosura
radiante’ en sus diversas manifestaciones y tonalidades. ¿No es así?
Y todo aquel
que permite que su propia luz brille expresa toda la hermosura que vive en su
interior. ¡Somos seres de luz! En espíritu y en verdad somos ‘hermosura
radiante’.
Descubre la
belleza que hay en ti, cultivando la semilla del amor divino, amando cada día
más a Dios y a tu prójimo como a ti mismo. Y una manera práctica de lograr esto
es sirviendo a los demás.
Pero
primero, reconoce que tu cuerpo es el templo del Dios viviente. A ese templo
que es tu cuerpo, sírvele con reverencia, proporcionándole un mantenimiento
sano y puro, sin abusos ni excesos; mediante una buena y sana alimentación ingiriendo
los nutrientes básicos mediante una dieta balanceada para el buen sostenimiento
físico del cuerpo. ¡Haz ejercicios!
Así mismo,
sírvele a tu mente nutriéndola diariamente con pensamientos sanos y puros para
mantenerla en armonía y paz. Diariamente pronuncia en voz alta afirmaciones positivas.
Procura
armonizar, pensamientos, sentimientos, palabras y acciones por medio de la
oración y meditación.
Pero no te
quedes ahí, expande tu servicio viviente, sirviéndole a tu prójimo, procurando
el bienestar y el progreso de los demás. Y recuerda las palabras de Jesús:
“…porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir…”
(Marcos 10:45)
Trabaja
diligentemente para ayudar a los demás usando tus talentos y habilidades.
Descubre el gran privilegio de dar.
Comienza
activamente a enfocar toda tu mente no solo en la belleza interior que existe
en ti sino también a ver la belleza en todas partes.
Saluda a
cada persona que encuentres en tu camino con una sonrisa. Procura, aunque sea
por unos instantes, hacer contacto de Cristo a Cristo por medio de una mirada
amorosa y calurosa con cada persona que encuentres a tu paso.
Pronto verás
que el Cristo en todo su esplendor devuelve tu saludo expresando Su propia belleza
en el otro. Practica esto y verás que es una experiencia fascinante.
Observa los
bebés, especialmente esos que apenas tienen uno o dos años; ¡cuanta belleza
encontramos en esos rostros radiantes cuando están felices y contentos!
Cultiva el
gusto por el arte, la pintura y la buena música. Busca en ellas la armonía y la
perfección.
Mira al
horizonte y admira la belleza de colores en un amanecer o atardecer.
Cultiva tu
propia creatividad y verás la belleza surgir de las profundidades de tu ser.
Así mismo
busca la felicidad dentro de ti y el gozo de ser quien eres. Solo así
encontrarás armonía y paz. Comienza a cultivar entusiasmo por la vida que Dios
te ha dado.
Y pronto te
convertirás en un magneto viviente atrayendo a tu vida todo lo bueno, lo bello
y hermoso. Atraerás a personas buenas, sinceras y honestas que desean compartir
contigo gozosamente la belleza que hay dentro de cada uno de ellas.
Según el filósofo Krishnamurti, la belleza es existencia eterna, y esta es una
cualidad que distingue a Dios y a Su Creación. En Dios encontramos toda la
belleza que pueda existir.
Busca a Dios
dentro de ti y encontrarás toda la belleza que pueda existir; y en la medida
que reflejes todas las cualidades de Dios estarás reflejando una eterna
belleza.
La ternura,
la armonía, el amor y la paz son atributos de la belleza. Y así como la
Presencia de Dios está en todas partes hay belleza en todas partes.
Y para apreciar
la belleza nuestro ojo tiene que ser bueno, y si nuestro ojo es bueno todo
nuestro cuerpo estará lleno de luz. ¿Y
qué es la luz? ¡Hermosura radiante! ¿Y de donde viene esa luz? De interior de
cada uno de nosotros.
Entonces,
descubre y libera ese esplendor aprisionado que vive en ti; libera la belleza
que eres tú. Descubre la belleza que hay en ti.
¡Dios te
bendice ahora y siempre!
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