Jugar
Soy una expresión gozosa del Espíritu divino.
Cuando los niños juegan, ejercitan sus músculos físicos y también sus dones espirituales de gozo, amor y entusiasmo. Aunque puede que no juguemos tan a menudo como los niños, nosotros también podemos beneficiarnos al jugar.
Al planificar mi bienestar espiritual, hago tiempo para el recreo. Un columpio en un parque, una caja de colores, una pelota o un cometa, me ayudan a jugar. Dejo ir cualquier preocupación acerca de mi edad, mis responsabilidades o mi cuerpo que puedan limitar mi gozo. Sonrío y respiro profundamente el gozo puro de estar vivo. Soy una expresión eternamente joven de Dios y ejercito mi amor, gozo y entusiasmo al jugar.
Por tanto, alabé yo la alegría, pues no tiene el hombre más bien debajo del sol que comer, beber y alegrarse.—
Eclesiastés 8:15
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